xoves, 18 de decembro de 2014

Más allá de la fiebre, al otro lado del delirio






Poseo en mi estómago
las inocentes ganas del sonar
de la puerta abriéndose
de la invasión de la calma
del golpe de Estado de la paz

del ruido melodioso
de la sociedad que se convierte
en las esquinas oscuras de mi pensamiento
el allanamiento de morada
de la luz
que puede con todas las oscuridades
con todos los interrogantes
del suelo llenándose de sombras

y sigue subiendo su marea
para ahogarme en algún día
despojado
u olvidado
o quizás ni me acuerde pero
exiliado
por voluntad propia
hasta que el asco del mundo
que es cualquier habitación
que no pasa por la duda de la escoba
ni del atrapapolvos

la única verdad de nuestra naturaleza
la potencialidad infinita
o desinfinita
distópica
sin un trapo para quitar la mierda
de los días que se van acumulando
tras los agujeros de la persiana
del óxido de la ventana que no se abre
por vergüenza ajena
al mundo

en el odio
de la ropa que se ensucia
de las bocas que no se retroalimentan
de los corazones que no beben
otro alcohol de las heridas
de las amistosas, las soledades
las esclavitudes sin mayúscula
y con todo mayúsculas

las malas lenguas
en contra de lo que, penosamente
quizá somos
  
porque después y a pesar de todo
queremos darle la vuelta al mundo
y seguimos siendo incapaces

de tirar el papel del chicle
a la papelera.




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